domingo, 5 de abril de 2015

Shooting stars

Playing the stars, so beautifully, they draw melodies in my eyes.
Precise, just running after harmony, they help my beats not to leave my heart on Earth.
Would the strings of fate get loose someday? So I could drop the rhythm and spring myself away...
Just to let my body fall into pieces,  shining as some fancy god's tears, as childish playful stars,
Shining wishes about to die upon somebody's head.

NanaGarcía/@Nanaringain

miércoles, 28 de enero de 2015

Sagara VIII


        En mitad de la marea de mi cuarto, despierto zarandeada por los recuerdos de anoche. Como ebria de algo dulce que se torno rancio al pasar las horas....Qué diablos dejé escapar. Mis labios se sienten ridículos, apretados fuertemente contra la almohada. ¿Pomme? Maldito gato de ojos verdes mirándome en la trasera del colegio. Tenía que haberlo devorado, ya ni los estúpidos gatos me temen. 
       Soy cada vez más débil sobre esta balsa de sábanas de franela. Débil, y, dolorosamente mortal. Se escapa al ritmo de mis latidos el calor, y crecen rosas de hielo que se esquirlan rasgando todos mis órganos. Cuanto más me abrazo, cuanto más intento fundirme conmigo misma, más se clavan esas agujas de hielo lacerante. ¡Salta, inútil!

       Basta ya de lamentaciones, desgraciado intento de reptil; nadie te va a regalar tus escamas.
Recuerdo todo, duele, duele como no debería doler a un ser que nunca supo lo que era estar vivo. Olvida para siempre que puedes ser querida, más allá del simple contacto. Olvida que no eres un adorno, olvida que puedes renunciar a todo. Olvida y mata.

        El muñeco de trapo roto y viejo del espejo me devuelve una mirada desolada y lena de reproche. Mi piel está tornándose cada vez más amarilla, y mis ojos están acorralados por ojeras. Y es tú culpa, solo tuya, haberte convertido en la aberración que eres ahora: monstruo de feria, reptil de sangre caliente. Entierro este despojo de misma bajo toneladas de pasta rosada. No puedo permitir que  vuelva a salir. Llego tarde. Máscara, mochila, colmillos inyectados en estramonio, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 …

           --Qué tengas un buen día mi princesa—mi padre me desea desde el salón al sentir la puerta abrirse. No puedo evitar sonreir, sus palabras son tan dulces que dan algo de color a mis áridas mejillas.

         La clase parece una burbuja aislada en un océano revuelto. El cielo reclama la tierra con un ejército caótico vestido de negro. Los arqueros aguardan la orden de acribillarnos hasta que sus flechas inunden nuestra pequeña resistencia.

         Nadie me rodea, es extraño. No debería ser así, necesitan destriparme, está en ello, se alimentan de de mis mentiras. Algo extraño sucede.. Demasiadas sorpresas para conmigo estos días, hacen peligrar mi posición de máxima depredadora. Se percibe cierto olor a osadía de algunos de los pupitres. Los arqueros disparan sus primeras flechas contra la ventana.

           --¿Sagara...? ¿Estás bien?

        Ana, quién si no. Solamente quien no conoce las reglas puede romperlas con tanta inocencia.

          --Ayer te busqué, pero me dijeron que no habías aparecido, y, me preocupé. ¿Pasó algo?
          --Nada, nada, solamente estaba muy cansada y tenía algo de fiebre, así que decidí irme a casa. No dije nada porque no quería preocupar a nadie por tal tontería, pero veo que fue inútil.

       Su rostro muestra verdadera preocupación, mezclada compasión, y, como no, enferma admiración. Pobre polluelo.

          --¿Pero estás bien, seguro? Quizás no deberías haber venido, tú siempre te esfuerzas al máximo por todos, pero a veces hay que abandonar.
       Nunca.

          --Que sí, que de verdad estoy bien...-le dedico una sonrisa de media luna. --¿Qué querías? Acaso... ¿jugar con nosotras al baloncesto?

         La vergüenza hirviendo bajo su piel me confirma que he acertado totalmente. Va a ser divertido juntar al petirrojo con las glotonas gallinas de corral.

         El cielo ha decidido darles a sus arqueros unos minutos de descanso, mientras planea el siguiente asedio. Reunidas sobre la tierra húmeda, mis compañeras esperan indecisas. ¿Aparecerá su líder, o habrá que comenzar a luchar por ocupar su lugar? Sin embargo, cuando finalmente llego, no son capaces de restaurar sus roles de aduladoras. La llegada del petirrojo les ha hecho olvidar las cuatro líneas del libretto. ¿Qué hacía aquel bocado con patas entre gallinas hambrientas? En sus mentes debían estar gritando “colapso“ sus neuronas. Una niña pequeña y sin forma, sin más gracia que la de estar pérdida, pisoteaba su campo casi sin poder mantener el equilibrio de aterrorizada que estaba.
          --Sagara, ¿qué significa esto?--me preguntan entre susurros. Sin dejar de mirar con todo el amor del que soy capaz a Ana, murmullo casi sin mover los labios.
          --Hoy toca divertirse.

         El balón empieza a volar. Brutal, violento. Como un ave rapáz, de esquina a esquina del campo. Ana apenas puede moverse, enjaulada por pases que no van dirigidos a encestar.

          --Vamos Ana, ¡muévete! 

        Me mira con los ojos de quién se siente el mayor fraude en el que se pudo invertir. Siento sus pulmones estrujarse. Le fallan el aire y las piernas, pero se gira rápidamente,-- más rápidamente de lo que debería poder moverse-- e intenta atrapar, a la que en ese momento lleva el balón.
Es torpe, se tambalea, pero no desiste, lucha contra una marea de gallinas que se ríen de ella.
Es adorable, dulce como el cabello de ángel. Decido entrar en acción, arrebato el balón a la oponente sin esfuerzo y avanzo hacia a la canasta.

         --¡Ahora! ¡Ana! ¡Corre!

       El pobre pajarillo corre intentando no caerse hasta situarse enfrente de mi. Y libero al ave rapáz hacia sus brazos. Esta destroza sus manos. Con un grito de dolor, el pajarillo cae al suelo derribado, y el balón se escapa rebotando acusador.

          --¡Ana! ¿Estás bien?¡Hay qué ver lo torpe que eres!--Río, y una cascada de risas me contesta desde el coro. Ana, conteniendo al mar en sus ojos comienza a reírse también. Pobre. Me gusta este pajarillo, aún intentando llegar a ser parte del corral, duela lo que duela. Me pregunto si sería capáz de perder todas sus plumas.

         --Oye,--le digo a Ana una vez todas las demás han desaparecido. ¿Te gustaría venir con nosotras mañana también? Las chicas se lo han pasado muy bien jugando contigo.

       Su mirada se ilumina como si hubiese absorbido toda la luz del cielo de verano. En ese momento, comienza otra vez el asedio. Un torrente de agua nos golpea cabeza y hombros. Estamos lo suficientemente lejos del edificio como para correr a refugiarse, así que agarro a Ana del brazo y la arrastro apresuradamente bajo la tejavana de los vestuarios. Estamos empapadas, con el pelo convertido en algas y los pies hundidos en barro. Me mira, y descubro en sus ojillos negros una tierno sobresalto inundado de regocijo. Estallo en carcajadas, y su voz me sigue al instante. No puedo evitar atraerla hacia mi y a apretar su cuerpecillo contra el mío. Empapadas, sucias, y, sudando, pese al frío, permanecemos abrazadas tras una cortina de agua.

         --Muchas gracias por lo de hoy Sagara.


      Sus palabras casi inaudibles me provocan una sonrisa dulce como aquellas que provocan los “Buenos días” de mi padre. Pequeña, ojalá y tardes mucho en ser devorada. Por favor, te lo ruego.

                                                                           Continuará

           NanaGarcía/@Nanaringain

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Varada



       He vuelto a tierra. Por primera vez en tres meses de calma y tormenta. El casco de mi barco, roto, lleno de algas que lo asfixian como boas. Mi dejadez, medio camarote hundido, y, yo, sin fuerzas para achicar siquiera el agua. Resignada, naúfraga por dentro, intento huir hecha un ovillo entre el techo y el cielo. Un cielo tan limpio, tan brillante, que me provoca pesadillas. ¿No dejarán de reírse de mi las estrellas?

       Me he dejado llevar por el viento, lejos, cada vez más lejos, olvidando que, aunque quiera, no voy a ser gaviota. Pesan demasiado mis penas.
       Sin poder volar, seputada en un camarote donde no entra la luz, esperé que las mareas vivas me destrozaran contra algún acantilado. ¡Y al mismo tiempo rogaba por que no lo hicieran!  Una nueva oportunidad para reescribir mis páginas con mapas de estrellas y bocetos de sirenas. Pero mi cuaderno está tan lleno de lágrimas que la tinta rompe sus hojas.
       Finalmente, avisté una sonrisa dorada  donde rompe el sol por la mñana. Sin fuerzas, me dejé acercar por las olas. Mis pies tocaron tierra, se hundieron en arena caliente, me hubiese dejado devorar por ellas. Tan cálido su abrazo, como beso a una ballena que ha ido a morir a su lecho.
       El frío sol de invierno,  mirándome en lo alto, secó toda la sal en un instante. ¡Cómo dolía la dejadez al arrancarla de la piel! Por mis poros, mis heridas,- las que ya conocía y las que la sal me descubría-. se iban los restos del naufragio.
       Fui una gaviota sobre un barco a la deriva, pero por me dejé atrapar por los peces del abismo y manché mis alas con petróleo. Ahora que limpio mis plumas me doy cuenta de que, no era sino una niña disfrazada. Corro, corro y corro, por caminos de barro, pero barro en que no quedaré atrapada.
Corro, corro y corro, sobre las rocas, bajo los árboles. Corro hasta que me crezcan otra vez las alas y pueda, volar no bajo las estrellas, sino hacia ellas.

 NanaGarcía/@Nanaringain



       

martes, 30 de diciembre de 2014

Estatismo

       Estático. Si hay palabra que nos defina es el estatismo. No importa cuánto se esfuercen las leyes de la naturaleza a desestabilizarnos, a hacernos cambiar, somos rematadamente duros de mollera.

       El poceso natural de toda especie es el siguiente: nazco, me reproduzco 'a lo loco, por si acaso', consigo todas las claves del juego que rige mi entorno, soy el rey, domino, catástrofes varias hacen humus con los ejemplares defectuosos y pum, mi gráfica de población se mantiene en una bonita constante. Uno, dos, tres siglos, mil años. Hasta que la naturaleza se harta y cambia por completo el tablero de juego. Adaptarse o morir.

       Pero amigos, llevamos unos cuántos milenios de desarrollo exponencial y un gran y evidente cambio del entorno, y aquí seguimos, jugando el mismo juego de una partida que estamos condenados a perder. 

       Reiterandome en lo que ya expuse en "No te desearé feliz Navidad", mantenemos tradiciones consciente e inconscientemente que ya no son compatibles con nuestro día a día. El derroche de estas fiestas no supone sino quitar el pan de cada día a muchas familias para empacharse en una sola noche. La frustración de muchos niños, y sus padres por comprar y comprar regalos que ni el uno realmente usará, ni el otro puede permitirse. Viva el capitalismo. 
     No sólo eso, sino el pánico los pequeños bolsillos cuando encuentran el pasillo de la verdura en un colorido desfile de polvorones. La pescadería en un circo de Leviatanes y la carnicería en el reino del jamón. Ni que del cerdo solo se aprovechase la pata.
        En fin, sin sentidos para quienes, seguramente, tras un largo año de ahorro y cuentas ordenadas, tiren la casa por la ventana, porque hacerle una fiesta al mesias de una religión con cada vez más desertores, es la cúspide de la felicidad.

       ¡A la hoguera! ¡Quemen a la bruja! Tal vez, pero, ciñéndonos al guión del nuevo testamento, quien no lo haya mpensado que tire la primera piedra.
        
       No se trata solamente de criticar las tradiciones de la iglesia. El estatismo es algo que nos persigue como una sombra. Somos cómodos, perezosos. Nacemos en un mundo construído por nosotros mismos, y nos resignamos a conformarnos, guste o no guste, ya lo cambiará una glaciación, quizás. Sin embargo, no podemos negar el cambio, cada vez más rápido de nuestro habitat. No estamos fuera del juego, adaptarse o morir.




         NanaGarcía/@Nanaringain