sábado, 6 de septiembre de 2014

Hojas caídas sobre mi barca.

     ¡Aquí! Apoyada sobre mi rodilla. El pecho hinchado de sal, cual capitán oteando el horizonte. Las olas están de buen humor hoy, como cachorrillos golpeteando el casco con sus colas. Ay de mi cuando aprendan a ladrar, esas mareas vivas de septiembre,  mejor no salir del camarote.
     He virado hacia el noroeste, sigo el trazo de los vientos de borrasca. A estas alturas, debe de estar muriendo ya el verano, el sol brilla cobrizo y se acuesta antes que yo. Ha decir verdad, siento nostalgia de los pasadizos de hojas caídas, de los bosques que tiñen y rozan sus melenas. Siento nostalgia de los montes, mis montes, bañados en granate.   Las montañas que subo en alta mar son inestables, de humor caprichoso, y se desvanecen en espuma. No toleran que el que llegue a su cumbre se vanaglorie de haberlas superado. Son montañas de soberbia y humildad.
        Sin embargo, no me arrepiento, allá, a lo lejos, me esperan islas, continentes, el fin del mundo, tal vez. Acantilados de caliza, acantilados de arenisca, acantilados de granito, creta, mármol...estuarios, deltas, paduras, manglares. Me esperan bosques sin fin de porte hirsuto y melena siempreverde, me esperan desiertos de sal y aire helado. Me esperan brumas plateadas, atardeceres de salmón pescado con mis propias manos en alguna catarata.
          Mi cuaderno está tachonado de manchas de agua salada que cayeron mientras intentaba dibujar unas hojas secas. Pero tengo tantas hojas para llenarlas de tesoros, que, aún llorando, sonrío. ¡El sol es testigo!

★NanaGarcía/@Nanaringain

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