domingo, 3 de agosto de 2014

Sagara


                                               
                                              
       Abro los ojos ante un muro de mareas vivas. Las corrientes de estuco gris se baten entre sí, bravas, jugando con la débil luz que vadea desde la ventana; mi cama es un barco a la deriva que no quiere llegar al puerto. Pero la mar se congela, en mitad de la batalla; no es más que pintura agrietada...donde mi barca encalla.
      No hay olor a sal ni arena, tampoco a polvo. Parece un laboratorio esterilizado, sin más impurezas que el sudor del único espécimen que aún sigue vivo. Incorporada frente al espejo, mis ojos me lanzan un 'vuelve a la cama'; pero, aunque las marcas bajo mis párpados sean oscuras como el cielo que se ve por la ventana, el reloj apremia y grita, ¡Es de día! Y mis piernas fingen creerse esa mentira.
      Bajo una ducha hirviendo, siento como mi piel escaldada aulla hasta que, insensible, el chorro se vuelve frío. Rasco entonces todas mis escamas muertas, intento quemar mi suciedad en una hoguera de agua y espuma: que no quede nada, ¡ni una gota de sudor! ¡Ni una sombra de vello!...Pero no es posible mudar de cuerpo como si una serpiente fuera, pues soy humana, aunque sea hija de culebras.
      No hay leche en un nido de ofidios, agua teñida de blanco desborda un cuenco de cereales. Cereales que no probaré hoy tampoco. Miro con aburrimiento los remolinos que se forman al pasar la cuchara. Un giro a la derecha, doce a la izquierda. Un sortilegio de la aprendiz de bruja para impedir la entrada a los malévolos carbohidratos.
      Irrumpe entonces la serpiente madre, arrastrando sus pies sin emitir sonidos, sólamente un casi audible sollozo. No necesito oídos para percibirlo, toda su aura desprende un dolor venenoso.
— Buenos días, mi princesa.
      Su voz parece una flor marchita, como sus labios, grises, que perdieron hace tiempo el néctar. 
Busco esos pozos inaccesibles que son sus ojos. Alrededor del izquierdo ha florecido un iris cárdeno.
No es la primera vez que en la árida piel de mi madre nacen flores. A veces violetas, otras veces azuladas, verdosas incluso, y cada vez más a menudo, rosas rojas con espinas. Sin embargo, rápidamente, ella las sepulta bajo capas y capas de maquillaje. No habrá lágrimas para regar esas mejillas...
                   ★★★Continuará→

                             ★NanaGarcía/@Nanaringain
      
  

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