sábado, 30 de agosto de 2014

Tres semanas ya...

                                                                                                                  28 de Agosto de 2014
                                                                                               

      Romero, lavanda, y unas pocas piedras en la cartera. Son mis recuerdos de tierra firme. 
     Tres semanas ya acunada por las olas. Unas noches caigo a lo más profundo del océano con solo cerrar los ojos, otras, las olas inundan mi camarote y me golpean soltando grandes risotadas saladas que impiden respirar. Al amanecer, todo está cubierto de salitre, incluso mi cara y los bordes del cuaderno. Como si hubiese llorado hasta inundar la cabina. Al mediodía, sin embargo, lo que queda es una abrasadora capa de sal que hace que salte como una loca de rabia. Nadie me ve, al menos.

       Han sido días poco productivos, demasiadas olas para tan pequeña barca,  cada vez que agarraba la pluma, me arriesgaba a empapar todo lo escrito. Así, han pasado los amanaceres al crepúsculo, siguiendo el rumbo de las nubes. Que son tan dolorosamente hermosas... Como templos desde los cuales te observan seres de hielo, seres que son lo que la luz quiera que sean: dragones congelados en mitad del vuelo, cayendo hacia el centro de un reloj cuyo corazón es el sol...

        Produce angustia tener como compañero el cielo, y como apoyo el mar. Dos inmensas libertades que caen sobre el pecho, aplastándolo. Es horrible ver la libertad tan cerca, para darse cuenta de que, un valor infinito como es ella, viaja por una vía a la que mi frágil barca, finita, contingente, no puede pasar, pues naufragaría en el intento, ¿o no?

        Estoy navegando sin brújula, donde me lleven las corrientes. Cada vez los lazos que me unen a mi puerto son más débiles, y no me importa. Siento que si se cortan podré dirigir mi barco, hacía algún punto cardinal, sin miedo, sin estar perdida, porque lo que busque será el mar que tenga en ese momento acariciando el casco. Pero aún no soy apátrida, aún cojo mi cartera, y aspiro el olor a romero y lavanda. Y observo la larga sombra de las piedras cuando fallece el sol. Brillan como venus. Son mis memorias, la promesa de un nuevo alba.

  ★NanaGarcía/@Nanaringain

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